
PETECO CARABAJAL
" Necesito que mi vida tenga vértigo"
PETECO CARABAJAL, CON SUS JÓVENES 65 AÑOS RECIÉN CUMPLIDOS, SIGUE EN LA RUTA CON "RIENDAS LIBRES", UNA NUEVA INYECCIÓN CREATIVA A LA MÚSICA POPULAR ARGENTINA. TIEMPOS DE BALANCES DE UN ARTISTA CLAVE DEL FOLKLORE, EN LA VOZ DE “PETEGO”.
Después de 25 años de solista necesitaba algo que me movilice. Eso es hoy " Riendas Libres'”, adelanta Peteco Carabajal, en una extensión de la gira nacional "100 Pueblos", que comenzó en el verano junto a los jóvenes talentos Martina Ulrich y Homero Carabajal, “Siempre fui un artista que busca los cambios. En mi ánimo, en mi espíritu, en mi vida necesito un permanente movimiento. Necesito que mi vida tenga vértigo. Además, había llegado a un punto de mi carrera solista sin retorno. Desde los discos de ‘Encuentro’, lanzados en 1991,’Memoria de amor’, ‘Borrando fronteras’, ‘Historias Populares’, ‘Arde la vida’, ‘Aldeas’, y el final solista de 2015, ‘Los caminos santiagueños’, sentía que a cada paso había hecho las cosas que quería hacer y mucho más”, comenta el músico y compositor que se erigió en un infaltable del cancionero popular argentino, con gemas del calibre de “La estrella azul”, “Digo la mazamorra”, “Las manos de mi madre”, “El bailarín de los montes” y “Soy santiagueño, soy chacarera”, entre algunas de las aplaudidas en innumerables festivales y bailes en todas las latitudes. “Sonidos, estilos, rítmica, distintas sonoridades en cada realización que pude experimentar con las distintas agrupaciones de cada disco. La formación con Roxana, Graciela y Demi Carabajal, en el tributo a mi papá Carlos fue realmente hermosa. Después el disco con Juan Carlos Marín en el bandoneón, o el otro con Jorge Cumbo en los vientos, me permitieron navegar en distintas tendencias, que terminaron siendo muy usadas en casi todo el ambiente folklórico a partir de los ‘90. Sentía que había hecho un montón, sin asignaturas pendientes, y como venía tocando con Martina y Homero, era hora de volver a un grupo”, comenta de la potente formación que editó en 2019 “El amor como bandera", y que se encuentra cerrando la segunda placa, pandemia mediante.

-¿Es difícil tocar con la familia?
-Para nada. ¡Y qué mejor que trabajar con mis hijos! (Martina es media hermana de Homero). Lo menos que quiero hoy en día es tener problemas de grupos, celos y esas cosas. Con ellos puedo hablar de todo, incluso de cómo nos vamos a separar. Desde el amor, desde la alegría, sin el resentimiento que hace daño.
-Con una larga trayectoria artística que empieza a principios de los '70 con Santiago Trío, ¿qué le aportan las nuevas camadas?
-Con Martina y Homero descanso ahora, me suelto más. Es más, pensamos en un principio llamarnos "Riendas Sueltas" pero ya existía un conjunto en el norte. Hay un ida y vuelta, ellos me fortalecen, y yo les aporto mi energía.

-¿Es difícil tocar con la familia?
-Para nada. ¡Y qué mejor que trabajar con mis hijos! (Martina es media hermana de Homero). Lo menos que quiero hoy en día es tener problemas de grupos, celos y esas cosas. Con ellos puedo hablar de todo, incluso de cómo nos vamos a separar. Desde el amor, desde la alegría, sin el resentimiento que hace daño.
-Con una larga trayectoria artística que empieza a principios de los '70 con Santiago Trío, ¿qué le aportan las nuevas camadas?
-Con Martina y Homero descanso ahora, me suelto más. Es más, pensamos en un principio llamarnos "Riendas Sueltas" pero ya existía un conjunto en el norte. Hay un ida y vuelta, ellos me fortalecen, y yo les aporto mi energía.
-¿Con sus hijos continúa una tradición de la familia Carabajal?
-Claro que tiene que ver con una tradición familiar pero no es que estoy tocando con ellos simplemente porque son mis hijos. Tampoco porque me debo ajustar a una tradición.
Homero para mí es fuera de serie. Tiene un dominio técnico de la guitarra impresionante, en especial de la eléctrica. Además, tiene mucha, mucha, creatividad. Yo que he trabajado con muchísimos músicos, me doy cuenta enseguida de la creatividad pura. Me asombra que hace cosas arriesgadas y cae siempre parado (risas). Con él estamos haciendo rasguidos muy novedosos para la chacarera. Y Martina tiene una potencia inusual en la percusión, nos entrega un toque femenino distintivo.
“Queríamos buscar una manera de hacer giras lo más 'normal' y llevadera. Que nos permita planificar y estar tranquilos. Va a costar y me genera incertidumbre”, señala el experimentado músico sobre el panorama poco alentador en la industria musical post-pandemia, porque el folklore era básicamente sustentado en el circuito de festivales. “Justamente estábamos hablando con el grupo sobre esta gira reducida (a punto de tocar en Río Tercero, Córdoba); la pandemia ha puesto muy en claro la desigualdad entre los artistas. Una en la que todos veníamos participando. En un festival por marketing nada más lo gastan todo en una supuesta figura, relegando artistas de igual o más valor. En eso los músicos estamos muy desprotegidos y no hay solidaridad entre nosotros; algo que por supuesto no es exclusivo de nuestro gremio”, comenta el artista, fuerte impulsor del modelo festivalero del boom de los '90, cabeza de varias plazas desde entonces, y que con "Los Santiagueños" en 1990 logró el "Premio Consagración", en el Festival de Folklore de Cosquín.
“Durante el confinamiento se agravó la falta solidaridad. Estuve tranquilo en mi casa de Moreno con mi familia, en una porcioncita de verde, pero no dejaba de pensar cómo haríamos para remontar esto, y no solamente hablo desde lo individual”, sostiene el músico, varias veces comprometido en acciones benéficas desde su ciudad natal La Banda, Santiago del Estero, “te lo puedo contar tranquilo porque siempre estuve de la mitad de la tabla para abajo (risas). Reitero que desde lo personal no me quejo, a mí me alcanza lo que percibo en los shows, pero mi preocupación va con mis compañeros músicos o técnicos. Por otra parte, nunca consideré que tuviera que aprovechar un supuesto éxito para enriquecerme cobrando más caras las entradas, o los discos”, sentencia Peteco, que explotó en los '80 cuando sus temas eran cantados por Mercedes Sosa, que lo llevaría a un consagratorio tour europeo; Charly García, un link que luego potenciaría con otros rockeros como Ricardo Mollo y León Gieco, el santafesino que lo animó a lanzarse como solista tras la separación del tándem con Jacinto Piedra.
Una de las cuestiones que movilizan a Peteco, quizá no tan conocida, es la pintura, una afición que viene ejercitando en las últimas cuatro décadas. Paisajes y figuras de colores vibrantes que ya tuvo en su momento una gran exposición en Jujuy, junto a otro poeta cantor y pintor, el folklorista misionero Ramón Ayala, el autor del clásico “El mensú”. “Es una cosa que siempre está y lo tomo dentro del autodidactismo de mi formación artística. Yo voy a la práctica directa, compro los materiales, y me lanzo al bastidor sin una idea previa. Trato de plasmar mis imágenes, y si no me sale, no pasa nada, es un acto más que me ayuda en mi percepción sensible del mundo”, asevera el artista, y agrega que durante el encierro la pro- ducción plástica se acrecentó, no tanto la musical, ya que necesitaba el contacto con “su gente” para componer.

-Y con rutas y rutas en las espaldas, tantas guitarreadas y entonaciones, ¿la inspiración continúa?
-Creo que no se acaba y que tiene que ver con la energía de cada uno. Hay momentos en que uno baja la energía, no sale nada, y otros momentos en que nos tonificamos, y nos ponemos bien, y sale todo.
De todas maneras, no creo que exista la inspiración. Por lo menos no es una práctica que haga para componer. Voy por el lado del trabajo, con el pensamiento y con la resolución; tiene que ver con el hacer y no hacer. Muchas veces dejar de hacer algo es más positivo a la larga que imponerse un resultado. Algo artístico no debería empujarse en el crear por crear. Hay que saber decir no, incluso no a las inquietudes del ego. O simplemente no a la ocurrencia pasajera. Conozco muchos cantautores que le dan bolilla a sus ocurrencias ¿Te acordás del tema famoso “El gato volador”? Bueno, eso es simplemente una ocurrencia. Y tenés que poseer un ego muy fuerte, o mucha billetera, para creer que eso lo vas imponer. Ideas tengo todo el día, pero muy de vez en cuando, les llevo el apunte. A mí me mueve mucho más lo que pasa alrededor mío.
Una de las cuestiones que movilizan a Peteco, quizá no tan conocida, es la pintura, una afición que viene ejercitando en las últimas cuatro décadas. Paisajes y figuras de colores vibrantes que ya tuvo en su momento una gran exposición en Jujuy, junto a otro poeta cantor y pintor, el folklorista misionero Ramón Ayala, el autor del clásico “El mensú”. “Es una cosa que siempre está y lo tomo dentro del autodidactismo de mi formación artística. Yo voy a la práctica directa, compro los materiales, y me lanzo al bastidor sin una idea previa. Trato de plasmar mis imágenes, y si no me sale, no pasa nada, es un acto más que me ayuda en mi percepción sensible del mundo”, asevera el artista, y agrega que durante el encierro la producción plástica se acrecentó, no tanto la musical, ya que necesitaba el contacto con “su gente” para componer.
